Un cálido día de agosto de 1861 marcó el comienzo de la vida de Achille Laugé, un artista cuyo talento y dedicación le convertirían en uno de los principales exponentes del puntillismo en Francia. En las onduladas colinas de Arzens, en el corazón del departamento de Aude, se encontraba el corazón de una larga estirpe de agricultores que constituyeron la base de las raíces familiares de Laugé. El joven Laugé descubrió su pasión por el arte a una edad temprana, y recibió sus primeras lecciones artísticas cuando aún estaba en la escuela. Con el apoyo de sus maestros, siguió su camino y en 1876 comenzó a estudiar en la renombrada École des Beaux-Arts de Toulouse. Este lugar de brillantez artística se convirtió en el escenario de su encuentro con Antoine Bourdelle, Henri Marre y Henri Martin, hombres cuya influencia y amistad darían forma a su carrera. En medio de este desarrollo creativo, sin embargo, Laugé luchó con una aspiración paralela de formarse como farmacéutico. Pero la pintura le llamaba, y el joven artista decidió rápidamente responder a esa llamada.
En 1881, Laugé abandonó Toulouse y se dirigió a la ciudad de las luces, París. Aquí se convirtió en alumno de Alexandre Cabanel y más tarde de Jean Paul Laurens en la École des Beaux-Arts local. A través de su amigo Bourdelle, conoce a Aristide Maillol, artista con el que pronto compartirá estudio en la rue de Sèvres. Las representaciones de su colaboración e interacciones artísticas han permanecido vivas en grabados artísticos que han encontrado su lugar en numerosas colecciones. El año 1891 marcó otro punto de inflexión importante en la vida de Laugé cuando se casó con Marie Agnès Boyer. Juntos tuvieron cuatro hijos: Pierre, Juliette, Jeanne y Julien. En medio de esta felicidad familiar, Laugé también progresó profesionalmente. Como miembro de la Société des Artistes Indépendants, un grupo de artistas que habían sido rechazados por la Académie royale de peinture et de sculpture, participó en sus primeras exposiciones y recibió críticas favorables.
Sin embargo, como toda gran historia, la de Achille Laugé llegó a su fin. El 2 de junio de 1944, cerró los ojos para siempre en Cailhau, el lugar que le era tan familiar. Sin embargo, sus obras siguen vivas, cuidadosamente reproducidas en grabados artísticos que ponen de relieve su impresionante talento y su dominio del puntillismo. Achille Laugé nos ha dejado, pero a través de su arte sigue siendo una presencia inolvidable en la historia de la pintura francesa.
Un cálido día de agosto de 1861 marcó el comienzo de la vida de Achille Laugé, un artista cuyo talento y dedicación le convertirían en uno de los principales exponentes del puntillismo en Francia. En las onduladas colinas de Arzens, en el corazón del departamento de Aude, se encontraba el corazón de una larga estirpe de agricultores que constituyeron la base de las raíces familiares de Laugé. El joven Laugé descubrió su pasión por el arte a una edad temprana, y recibió sus primeras lecciones artísticas cuando aún estaba en la escuela. Con el apoyo de sus maestros, siguió su camino y en 1876 comenzó a estudiar en la renombrada École des Beaux-Arts de Toulouse. Este lugar de brillantez artística se convirtió en el escenario de su encuentro con Antoine Bourdelle, Henri Marre y Henri Martin, hombres cuya influencia y amistad darían forma a su carrera. En medio de este desarrollo creativo, sin embargo, Laugé luchó con una aspiración paralela de formarse como farmacéutico. Pero la pintura le llamaba, y el joven artista decidió rápidamente responder a esa llamada.
En 1881, Laugé abandonó Toulouse y se dirigió a la ciudad de las luces, París. Aquí se convirtió en alumno de Alexandre Cabanel y más tarde de Jean Paul Laurens en la École des Beaux-Arts local. A través de su amigo Bourdelle, conoce a Aristide Maillol, artista con el que pronto compartirá estudio en la rue de Sèvres. Las representaciones de su colaboración e interacciones artísticas han permanecido vivas en grabados artísticos que han encontrado su lugar en numerosas colecciones. El año 1891 marcó otro punto de inflexión importante en la vida de Laugé cuando se casó con Marie Agnès Boyer. Juntos tuvieron cuatro hijos: Pierre, Juliette, Jeanne y Julien. En medio de esta felicidad familiar, Laugé también progresó profesionalmente. Como miembro de la Société des Artistes Indépendants, un grupo de artistas que habían sido rechazados por la Académie royale de peinture et de sculpture, participó en sus primeras exposiciones y recibió críticas favorables.
Sin embargo, como toda gran historia, la de Achille Laugé llegó a su fin. El 2 de junio de 1944, cerró los ojos para siempre en Cailhau, el lugar que le era tan familiar. Sin embargo, sus obras siguen vivas, cuidadosamente reproducidas en grabados artísticos que ponen de relieve su impresionante talento y su dominio del puntillismo. Achille Laugé nos ha dejado, pero a través de su arte sigue siendo una presencia inolvidable en la historia de la pintura francesa.
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