El pobre Thomas Fearnley sólo tenía cinco años cuando fue enviado a Christiania (actual Oslo) a vivir con sus tíos. Sin embargo, este temprano giro en su vida resultó ser un golpe de suerte. Pues sucedió que fue aceptado en la Academia Militar de Noruega. Y este era uno de los pocos lugares en Noruega en aquella época donde se podía aprender a dibujar profesionalmente. Lamentablemente, Thomas tuvo dificultades con la disciplina y abandonó su educación militar a los 17 años. Pero siguió fiel al dibujo y asistió a clases nocturnas en la entonces recién inaugurada Tegneskolen (escuela de dibujo). Era un estudiante superdotado. Así, dos de los cuadros de Fearnley se mostraron en la primera exposición pública de la escuela de dibujo. Los dibujos del joven artista estaban en pie de igualdad con nombres destacados de la historia del arte noruego, como J. C. Dahl o Johannes Flintoe. La exposición, en la que Thomas se encontraba así en el centro, causó sensación. Por primera vez, los habitantes de la capital pudieron ver su patria a través de los ojos de un artista y redescubrir la magnífica belleza natural de Noruega.
Por muy innovadora que fuera la escuela de dibujo, las oportunidades artísticas para los jóvenes aspirantes a artistas eran muy limitadas en Noruega. Así que Thomas decidió continuar sus estudios en Copenhague y Dresde, Inglaterra, Holanda y Estocolmo. La decisión de ir a Suecia resultó ser otra afortunada coincidencia en su vida. La familia real sueca le encargó varios cuadros. Sin embargo, a pesar de su éxito, no permaneció mucho tiempo en Estocolmo. Poco después, Fearnley partió hacia Italia. Recorrió a pie la distancia que separa Múnich de Verona a través de los Alpes. Fue un viaje frío y húmedo. Uno de sus compañeros y amigos, el pintor danés William Bendz, contrajo una neumonía y murió poco después de llegar a bella Italia.
El propio Thomas permaneció en Italia durante dos años, perfeccionando su técnica de incidencia de la luz y proyección de sombras. Cuando finalmente emprendió su viaje de regreso, eligió la ruta sobre los Alpes berneses y encontró allí el motivo que se convertiría en uno de sus principales: el glaciar del Alto Grindelwald, que en aquella época todavía llegaba hasta el pueblo y era fácilmente accesible para los turistas. En la actualidad, debido al cambio climático, sólo queda un remanente del que fuera un enorme glaciar. Pero los cuadros de Fearley lo han conmemorado. Sus contemporáneos solían hablar de él con reverencia como "El Europeo", pues era un hombre muy viajero. Sus amigos le apreciaban por "estar siempre dispuesto a compartir una buena botella de vino". ¿Y la posteridad? Aunque Thomas Fearnley murió de fiebre tifoidea con sólo 39 años, dejó una gran huella en el mundo del arte y en la historia del arte. Su tumba está en Oslo, en la arboleda de honor del cementerio de Vår Frelsers.
El pobre Thomas Fearnley sólo tenía cinco años cuando fue enviado a Christiania (actual Oslo) a vivir con sus tíos. Sin embargo, este temprano giro en su vida resultó ser un golpe de suerte. Pues sucedió que fue aceptado en la Academia Militar de Noruega. Y este era uno de los pocos lugares en Noruega en aquella época donde se podía aprender a dibujar profesionalmente. Lamentablemente, Thomas tuvo dificultades con la disciplina y abandonó su educación militar a los 17 años. Pero siguió fiel al dibujo y asistió a clases nocturnas en la entonces recién inaugurada Tegneskolen (escuela de dibujo). Era un estudiante superdotado. Así, dos de los cuadros de Fearnley se mostraron en la primera exposición pública de la escuela de dibujo. Los dibujos del joven artista estaban en pie de igualdad con nombres destacados de la historia del arte noruego, como J. C. Dahl o Johannes Flintoe. La exposición, en la que Thomas se encontraba así en el centro, causó sensación. Por primera vez, los habitantes de la capital pudieron ver su patria a través de los ojos de un artista y redescubrir la magnífica belleza natural de Noruega.
Por muy innovadora que fuera la escuela de dibujo, las oportunidades artísticas para los jóvenes aspirantes a artistas eran muy limitadas en Noruega. Así que Thomas decidió continuar sus estudios en Copenhague y Dresde, Inglaterra, Holanda y Estocolmo. La decisión de ir a Suecia resultó ser otra afortunada coincidencia en su vida. La familia real sueca le encargó varios cuadros. Sin embargo, a pesar de su éxito, no permaneció mucho tiempo en Estocolmo. Poco después, Fearnley partió hacia Italia. Recorrió a pie la distancia que separa Múnich de Verona a través de los Alpes. Fue un viaje frío y húmedo. Uno de sus compañeros y amigos, el pintor danés William Bendz, contrajo una neumonía y murió poco después de llegar a bella Italia.
El propio Thomas permaneció en Italia durante dos años, perfeccionando su técnica de incidencia de la luz y proyección de sombras. Cuando finalmente emprendió su viaje de regreso, eligió la ruta sobre los Alpes berneses y encontró allí el motivo que se convertiría en uno de sus principales: el glaciar del Alto Grindelwald, que en aquella época todavía llegaba hasta el pueblo y era fácilmente accesible para los turistas. En la actualidad, debido al cambio climático, sólo queda un remanente del que fuera un enorme glaciar. Pero los cuadros de Fearley lo han conmemorado. Sus contemporáneos solían hablar de él con reverencia como "El Europeo", pues era un hombre muy viajero. Sus amigos le apreciaban por "estar siempre dispuesto a compartir una buena botella de vino". ¿Y la posteridad? Aunque Thomas Fearnley murió de fiebre tifoidea con sólo 39 años, dejó una gran huella en el mundo del arte y en la historia del arte. Su tumba está en Oslo, en la arboleda de honor del cementerio de Vår Frelsers.
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