A Pedro Figari se le suele comparar con otros artistas latinoamericanos como Diego Rivera y Tarsila do Amaral, porque ha prestado servicios excepcionales a una nueva confianza en el arte moderno de América Latina. Durante mucho tiempo, no había sido capaz de emanciparse de la tradición europea.
Incluso antes de estudiar pintura, Figari hizo bocetos en acuarelas y óleos, pero fue sólo después de un desvío a través de una fase fuertemente italiana y académica que encontró su camino de vuelta a su estilo ingenuo. Figari estudió inicialmente derecho y, como abogado defensor penal y civil capacitado, se comprometió activamente con la causa de los pobres. Con sus cuadros quería hacer amar a sus compatriotas precisamente lo que les pertenecía en su patria, incluso sin grandes riquezas financieras. Por lo tanto, sus pinturas muestran principalmente escenas de la vida tradicional uruguaya, como el tren de la Bocia, las pampas o los bailarines del folclore local que interpretan el candombe.
Figari vivió en Francia durante casi diez años cuando era joven, luego se estableció en Buenos Aires, se convirtió en Miembro del Parlamento en Uruguay, Ministro de Relaciones Exteriores en Londres y regresó a Montevideo poco antes de su muerte. Figari siempre pintó los cuadros de su patria de memoria. Sus obras de arte son, por lo tanto, menos una documentación que una reconstrucción de la vida y el país de los gauchos. Sin querer reproducir la exactitud histórica de una escena, Pedro Figari logró así retratar sobre todo la energía emocional del momento vivido.
A Pedro Figari se le suele comparar con otros artistas latinoamericanos como Diego Rivera y Tarsila do Amaral, porque ha prestado servicios excepcionales a una nueva confianza en el arte moderno de América Latina. Durante mucho tiempo, no había sido capaz de emanciparse de la tradición europea.
Incluso antes de estudiar pintura, Figari hizo bocetos en acuarelas y óleos, pero fue sólo después de un desvío a través de una fase fuertemente italiana y académica que encontró su camino de vuelta a su estilo ingenuo. Figari estudió inicialmente derecho y, como abogado defensor penal y civil capacitado, se comprometió activamente con la causa de los pobres. Con sus cuadros quería hacer amar a sus compatriotas precisamente lo que les pertenecía en su patria, incluso sin grandes riquezas financieras. Por lo tanto, sus pinturas muestran principalmente escenas de la vida tradicional uruguaya, como el tren de la Bocia, las pampas o los bailarines del folclore local que interpretan el candombe.
Figari vivió en Francia durante casi diez años cuando era joven, luego se estableció en Buenos Aires, se convirtió en Miembro del Parlamento en Uruguay, Ministro de Relaciones Exteriores en Londres y regresó a Montevideo poco antes de su muerte. Figari siempre pintó los cuadros de su patria de memoria. Sus obras de arte son, por lo tanto, menos una documentación que una reconstrucción de la vida y el país de los gauchos. Sin querer reproducir la exactitud histórica de una escena, Pedro Figari logró así retratar sobre todo la energía emocional del momento vivido.
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