Eugène Galien-Laloue, también conocido como Eugène Gallien Laloue, nació en la palpitante metrópoli de París en 1854. Hijo mayor del pintor teatral Charles Laloue, nació para captar a su manera el animado escenario parisino de la Belle Epoque. Su amor por la pintura y la conmovedora vida familiar en Montmartre, con sus ocho hermanos y su madre común Marie Lambert, formaron el caleidoscopio único de su inspiración. Sin embargo, tras la muerte de su padre en 1870, el joven Eugène se enfrentó a un giro fatídico: se vio obligado a trabajar como empleado de un notario para mantener a su familia.
Eugène encontró la forma de escapar de esta árida existencia alistándose como voluntario en el ejército y participando en la guerra franco-prusiana. Tras la Paz de Frankfurt, regresó a París en 1871 con nuevas experiencias y una nueva visión del mundo. Este regreso le allanó el camino como delineante técnico en la Société nationale du chemins de fer français (SNCF), donde realizó no sólo bocetos técnicos, sino también artísticos. Sus excursiones artísticas a los alrededores de París, que emprendió con Charles Jacque, le llevaron a crear vívidas vistas de pueblos y paisajes fluviales. Galien-Laloue también pintó escenas callejeras parisinas al gouache, una técnica que dio a sus obras su encanto característico. Las diminutas pero magistralmente ejecutadas obras de arte resultantes capturaron el animado París de la Belle Époque y siguen siendo muy apreciadas hoy en día.
Pero el viaje artístico de Galien-Laloue dio un giro fatal con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Con la ocupación de Francia por las tropas alemanas, abandonó su estudio de Montmartre y se mudó con su hija Flore. Trágicamente, una fractura en el brazo sufrida durante su huida de París le impidió seguir pintando. Murió en Chérence en 1941, pero su legado perdura en sus obras, que cobran vida en nuestras detalladas impresiones artísticas. Hoy en día, los cuadros de Galien-Laloue están muy cotizados y alcanzan en subasta sumas de cuatro a cinco cifras. Cada obra es un homenaje a un artista que supo captar la esencia de la Belle Époque y darle vida eterna a través de sus obras.
Eugène Galien-Laloue, también conocido como Eugène Gallien Laloue, nació en la palpitante metrópoli de París en 1854. Hijo mayor del pintor teatral Charles Laloue, nació para captar a su manera el animado escenario parisino de la Belle Epoque. Su amor por la pintura y la conmovedora vida familiar en Montmartre, con sus ocho hermanos y su madre común Marie Lambert, formaron el caleidoscopio único de su inspiración. Sin embargo, tras la muerte de su padre en 1870, el joven Eugène se enfrentó a un giro fatídico: se vio obligado a trabajar como empleado de un notario para mantener a su familia.
Eugène encontró la forma de escapar de esta árida existencia alistándose como voluntario en el ejército y participando en la guerra franco-prusiana. Tras la Paz de Frankfurt, regresó a París en 1871 con nuevas experiencias y una nueva visión del mundo. Este regreso le allanó el camino como delineante técnico en la Société nationale du chemins de fer français (SNCF), donde realizó no sólo bocetos técnicos, sino también artísticos. Sus excursiones artísticas a los alrededores de París, que emprendió con Charles Jacque, le llevaron a crear vívidas vistas de pueblos y paisajes fluviales. Galien-Laloue también pintó escenas callejeras parisinas al gouache, una técnica que dio a sus obras su encanto característico. Las diminutas pero magistralmente ejecutadas obras de arte resultantes capturaron el animado París de la Belle Époque y siguen siendo muy apreciadas hoy en día.
Pero el viaje artístico de Galien-Laloue dio un giro fatal con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Con la ocupación de Francia por las tropas alemanas, abandonó su estudio de Montmartre y se mudó con su hija Flore. Trágicamente, una fractura en el brazo sufrida durante su huida de París le impidió seguir pintando. Murió en Chérence en 1941, pero su legado perdura en sus obras, que cobran vida en nuestras detalladas impresiones artísticas. Hoy en día, los cuadros de Galien-Laloue están muy cotizados y alcanzan en subasta sumas de cuatro a cinco cifras. Cada obra es un homenaje a un artista que supo captar la esencia de la Belle Époque y darle vida eterna a través de sus obras.
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