Hijo de un artesano, se formó desde muy joven en el taller de un grabador de cobre y posteriormente trabajó en la Academia de Bellas Artes de Múnich. Posteriormente viajó a Italia, donde estudió la escuela veneciana de pintura. Poco después se sintió atraído por París, la ciudad donde se pintaron los primeros retratos de emperadores y reyes.
Entusiasmado por el virtuosismo de Winterhalter, Napoleón III le proporcionó un estudio en las Tuilleries. Su trayectoria como retratista alcanzó su punto álgido con los cuadros de la emperatriz Sisi de Austria. El emperador Francisco de Austria, que entretanto se había convertido en el retratista alemán más famoso, le encargó un retrato de la emperatriz. Debía ser una obra personal, íntima, no destinada a los ojos del público. Poco antes ya había realizado un retrato representativo de Sisi y su marido para el público. Ahora debía crearse una obra sólo para los ojos del emperador.
El retrato muestra a la bella emperatriz, universalmente amada, con el pelo suelto y una delicada y sedosa bata que la envuelve holgadamente. Estaba destinado a decorar el estudio del emperador. Se había corrido la voz por todas partes de lo halagador y encantador que el pintor era capaz de retratar sobre todo a las mujeres. Los encargos llegaron a ser tan numerosos que Winterhalter a menudo no podía hacerles frente por sí solo. Por ello, encargó a su hermano Hermann, que trabajaba en su estudio, que realizara al menos las copias habituales para los retratos de Estado.
Hijo de un artesano, se formó desde muy joven en el taller de un grabador de cobre y posteriormente trabajó en la Academia de Bellas Artes de Múnich. Posteriormente viajó a Italia, donde estudió la escuela veneciana de pintura. Poco después se sintió atraído por París, la ciudad donde se pintaron los primeros retratos de emperadores y reyes.
Entusiasmado por el virtuosismo de Winterhalter, Napoleón III le proporcionó un estudio en las Tuilleries. Su trayectoria como retratista alcanzó su punto álgido con los cuadros de la emperatriz Sisi de Austria. El emperador Francisco de Austria, que entretanto se había convertido en el retratista alemán más famoso, le encargó un retrato de la emperatriz. Debía ser una obra personal, íntima, no destinada a los ojos del público. Poco antes ya había realizado un retrato representativo de Sisi y su marido para el público. Ahora debía crearse una obra sólo para los ojos del emperador.
El retrato muestra a la bella emperatriz, universalmente amada, con el pelo suelto y una delicada y sedosa bata que la envuelve holgadamente. Estaba destinado a decorar el estudio del emperador. Se había corrido la voz por todas partes de lo halagador y encantador que el pintor era capaz de retratar sobre todo a las mujeres. Los encargos llegaron a ser tan numerosos que Winterhalter a menudo no podía hacerles frente por sí solo. Por ello, encargó a su hermano Hermann, que trabajaba en su estudio, que realizara al menos las copias habituales para los retratos de Estado.
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